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PLIHA012
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Réplica en resina de dados romanos (dos piezas): ( 1.5 x 1.5 cm)
Réplica en resina de dados romanos (la referencia incluye dos piezas).
Igual que nosotros, los romanos eran muy dados a los juegos de azar. Y no sólo eso, también les encantaba apostar hasta tal punto, que las deudas contraídas por las apuestas y el exceso de ludóptas llegaron a convertirse en un problema de estado, obligando a las autoridades a restringir y prohibir el juego en determinados momentos (leyes alearias, de alea, azar, suerte, aletoriedad.., y de ahí también la famosa frase atribuida por Suetonio a Julio César "Alea jacta est", "la suerte está echada", cuando cruzó el río Rubicón con sus ejércitos en dirección a roma, quebrantando una norma centenaria).
Jugar a los dados en la antigua Roma
Uno de los juegos más corrientes entre los adultos eran los dados (tesserae entre los romanos). De origen incierto, algunos investigadores sitúan su origen -el objeto- en la antigua Persia (Irán), con una antigüedad que rondaría los 5000 años (3000 a.C). Se practicó desde Egipto a Grecia, pero su mayor expansión llegó de la mano del imperio romano y, hasta la actualidad.
La mayoría eran de seis caras aunque los hay de 14 incluso de 19 y 20, generalmente procedentes del ámbito oriental y probablemente relacionados con funciones adivinatorias (Espacio, Tiempo y forma 1988).
Habitualmente se jugaba con dos (Roma), o tres (Grecia), siendo 7 la suma de sus caras opuestas. Las reglas se ponían al principio (número más alto, más bajo, etc), pero se sabe que uno de los resultados favoritos era obtener el número 6 en todas las caras, es la denominada "iactus veneris" o tirada de venus, siendo la peor, obtener sólo el número 1 en cada uno de los dados (Methodos 1, 2012). Además existían ciertas variantes como el quinquenoven, el abacus claudere o el unus et duo.
Con el tiempo se incorporó el cubilete (fritilus), bien de hueso o más comúnmente de arcilla y madera.
Los dados se hacían en multitud de materias primas, siendo la más corriente el hueso, pero también los había de marfil, arcilla, metal, mármol incluso vidrio. Y como en la actualidad, también se trucaban añadiendo un pequeño peso en una de las caras. Por descontado existían jugadores profesionales (aleator) y casas de juego, pero se podía jugar en cualquier lado, desde burdeles a campamentos militares o en la misma calle. Se sabe que varios emperadores lo practicaron asiduamente: Nerón, Calígula (quién tenía fama de tramposo), Claudio (escribió un tratado sobre este juego), Cómodo (que instaló un casino en palacio para recaudar impuestos), o el propio Augusto (de quién se cuenta que perdió en una noche 20.000 sextercios). Séneca, en su obra Apolocynthosis, hace una severa crítica del emperador Claudio por su adicción a los dados, y lo castiga a jugar en el infierno una partida infinita con un cubilete sin fondo.
© Paleomanias
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